El partido de Rubalcaba ha pasado de suavizar el discurso por la «utilidad» que requería el país a sacar rédito del mensaje del miedo por las posibles subidas de tributos del Gobierno
E. MONTAÑÉS/ MADRID en ABCDía 03/04/2012
Lo dijo en la misma sesión de investidura de su contrincante ganador en las elecciones del 20 de noviembre. Alfredo Pérez Rubalcaba acuñódesde el primer debate parlamentario con Mariano Rajoy la idea de que desde las filas del PSOE se practicaría una «oposición útil» y responsable ante la situación límite que atravesaba la tortuosa economía nacional. Jalonó sus primeros días de andadura en la oposición con el mensaje de que las filas socialistas se distanciarían años luz respecto a la labor de control al Gobierno que había imprimido el PP con Rodríguez Zapatero.
No hubo que esperar mucho tiempo para ver cómo viraba la estrategia. Fue suficiente la primera acción expeditiva del Gobierno de Rajoy, que se produjo el 30 de diciembre con la aprobación de la subida del IRPF y el IBIdebido a «la herencia lastrada de un déficit queiba a subir 2,5% más de lo que había comunicado el anterior Ejecutivo». Esta iniciativa provocó el revuelo airado del PSOE con el que desde ese momento iba a tratar de obtener algún rédito. «El Gobierno miente, dijo que no iba a subir los impuestos y lo ha hecho».
La idea no podía tardar en calar en la ciudadanía, con los bolsillos casi vacíos y rotos por una incomodísima nueva alza de los tributos. A partir de ahí, solo podría cobrar más vuelo este mensaje, aderezado por el discurso del miedo «por si el PP volvía a mentir y subía el IVA con la aprobación de los Presupuestos Generales en marzo o la implementación de más recortes drásticos». El ciudadano camina sobre arenas movedizas. Y la dirección de Ferraz, a tenor de los últimos acontecimientos, saca partido a estos cantos de sirena que lanza.
En este tiempo, por parte de la Ejecutiva de Rubalcaba y Valenciano no se ha comulgado ni con la reforma del mercado de trabajo, ni con las medidas fiscales para que afloren rentas no declaradas y se obtenga una vía de ingresos adicional para el país. La única iniciativa de Moncloa que ha parecido silenciar los ataques de los cargos del puño y la rosa ha sido la reforma del sector financiero, que ha conllevado en paralelo una rebaja de los directivos, y una reforma administrativa, con menos cargos en los Consejos, salarios menos abultados y la supresión de organismos públicos que gastaban el dinero de todos a espuertas.
La idea no podía tardar en calar en la ciudadanía, con los bolsillos casi vacíos y rotos por una incomodísima nueva alza de los tributos. A partir de ahí, solo podría cobrar más vuelo este mensaje, aderezado por el discurso del miedo «por si el PP volvía a mentir y subía el IVA con la aprobación de los Presupuestos Generales en marzo o la implementación de más recortes drásticos». El ciudadano camina sobre arenas movedizas. Y la dirección de Ferraz, a tenor de los últimos acontecimientos, saca partido a estos cantos de sirena que lanza.
En este tiempo, por parte de la Ejecutiva de Rubalcaba y Valenciano no se ha comulgado ni con la reforma del mercado de trabajo, ni con las medidas fiscales para que afloren rentas no declaradas y se obtenga una vía de ingresos adicional para el país. La única iniciativa de Moncloa que ha parecido silenciar los ataques de los cargos del puño y la rosa ha sido la reforma del sector financiero, que ha conllevado en paralelo una rebaja de los directivos, y una reforma administrativa, con menos cargos en los Consejos, salarios menos abultados y la supresión de organismos públicos que gastaban el dinero de todos a espuertas.
El PSOE se desmelena con la reforma laboral
No habían pasado ni cien días de mandato del dirigente gallego y el PSOE había ya diseñado su renovación en base al mantenimiento del poder en Andalucía y a arañar escaños en Asturias; no habían pasado ni cien días y el PSOE había visto en la reforma laboral (con el vídeo que costó 4.200 euros al Gobierno para difundir sus bondades) el ataque perfecto a la línea de flotación del Ejecutivo que recién comienza a andar; no habían pasado ni cien días cuando los dirigentes socialistas ya se habían solidarizado con una huelga general -que llegaron a apoyar en la calle, en los ensayos previos del 11 y 19 de marzo, por ejemplo- que los sindicatos retrasaron en su contra hasta septiembre de 2010, cuando la crisis estaba en estado de ebullición hacía un bienio y que el PP no salió a apoyar tras la pancarta; no habían pasado ni cien días cuando la portavoz parlamentaria socialista Soraya Rodríguezmudó de rostro, se desmelenó en el Congreso y atacó con dureza a la ministra de Empleo, Fátima Báñez que era la faz de la reforma laboralque defiende el Ejecutivo para poner freno a la sangría del paro (especialmente, el juvenil).
Y se cumplen ahora los cien días de bula que normalmente se concede a un Gobierno entrante cuando el PSOE ha visto en el recorte del gasto medio de los ministerios de 27.300 millones de euros la excusa idónea para tachar de «injustas y poco equitativas» unas cuentas públicas que se han perfilado en base a un compromiso obligado de déficit por parte de Bruselas. La pregunta con la que contraatacan los populares es: «¿Cómo quieren los socialistas bajar la tasa deficitaria del 8,51% heredado al 5,3% comprometido (y negociado por Rajoy con la UE, levantándolo del 4,4% fijado en un principio a nueve décimas más para este 2012)?».
La estrategia no pasa por dar la solución, ni por arrimar el hombro como prometió el PSOE en su discurso de «oposición laxa», condescendiente con un Ejecutivo que echa a andar en las condiciones más difíciles de la democracia, sino por avivar el argumentario popular de que la subida de la luz (que revocó el Supremo considerando ilegal la iniciativa del Gobierno anterior) o la congelación del sueldo de los funcionarios (que se mantiene desde 2010) son ajustes «sociales» que el PP siempre tuvo en el pensamiento ejecutar y que «ocultó» deliberadamente.
La estrategia no pasa por dar la solución, ni por arrimar el hombro como prometió el PSOE en su discurso de «oposición laxa», condescendiente con un Ejecutivo que echa a andar en las condiciones más difíciles de la democracia, sino por avivar el argumentario popular de que la subida de la luz (que revocó el Supremo considerando ilegal la iniciativa del Gobierno anterior) o la congelación del sueldo de los funcionarios (que se mantiene desde 2010) son ajustes «sociales» que el PP siempre tuvo en el pensamiento ejecutar y que «ocultó» deliberadamente.
«Victoria moral» del 25M
El 25 de marzo y las elecciones en autonomías han dado a Ferraz esa «victoria moral» para refrendar que la labor opositora se estaba haciendo con brío. Desenvolvieron la vitola de que en apenas cinco meses desde las generales, España ha dado un vuelco a su voto masivo azul y ya se está arrepintiendo al ver cómo practica el liderazgo el PP. Pero lo cierto es que la estocada al PSOE de José Antonio Griñán, salpicado por casos de corrupción aún por dirimirse en los tribunales, se contó en más de 600.000 votos que ahora tratan de remediar con una alianza de renuncia a parte de su programa con IU, así como en Asturias, donde el PSOE de Javier Fernández remontó dos escaños respecto a diez meses atrás, pero no parece que ello vaya a ser suficiente para que una comunidad históricamente de izquierdas como la cantábrica sea gobernada por la unión de la derecha, con un pacto PP-FAC que parece cercano.
Este mismo martes y ante las nuevas cifras del paro, el PSOE ha vuelto a darse oxígeno: el secretario de Organización del partido, Óscar López, considera que en la actualidad hay mucha gente pasándolo mal en España y un Gobierno tomando medidas como las que está adoptando tan desproporcionadas requiere «un partido fuerte en la oposición, una alternativa y esperanza, y eso es el Partido Socialista».Se cumplen cien días de esta oposición que ha pasado de «suave» a «virulenta».
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